Poussin, una pintura «meditada»

José Luis Sierra Cortés



El cuadro del Guercino muestra la sorpresa y la pesadumbre de dos pastores que se han encontrado con una calavera. Enorme calavera sobre la que, para mayor impacto de deterioro, se ha posado un moscardón. A su lado hay una tumba con el fatídico texto: «Et in Arcadia ego». El tenebroso paisaje ha perdido la luminosidad propia de la Arcadia. El tema se centra en la sorpresa del encuentro con la muerte..



En la primera versión de Poussin vemos una pastora y dos pastores igualmente sorprendidos por el hallazgo de una tumba sobre la que se ve (con dificultad en la reproducción) una calavera mucho menor que la del cuadro del Guercino. Lo que Poussin resalta -y así lo marca unos de los pastores, señalando con su mano el texto- es que eso ocurra donde menos era de esperar, en la Arcadia. Una Arcadia que no ha perdido su luminosidad; que sigue siendo mitificada, a lo que parece aludir esa especie de deidad fluvial del primer término. Poussín pone énfasis en la omnipresencia de la muerte que irrumpe incluso en la misma Arcadia.

En su segunda versión Poussin da un paso más en su reflexión. Sobra el personaje mítico del cuadro anterior; puede distraer. Sobra la calavera; la tumba es suficiente metonimia. Si un pastor sigue leyendo con su mano el texto que abruma, lo que el pintor quiere destacar aquí es la pregunta del otro pastor a un personaje nuevo que ha entrado en escena, cargado de simbolismo, una sacerdotisa. La sacerdotisa se queda perpleja y sin respuesta. La muerte no la tiene.

Nota. Una interpretación es una interpretación. Hablo de una sacerdotisa, según me parece por el tocado. Si no lo fuera, su evidente carencia de respuesta sigue en pie.