Dos momentos de la pasión de Jesús: Lavatorio y Getsemaní

José Luis Sierra Cortés


No parece que estos dos momentos fuertes del Jueves Santo hayan tenido una adecuada representación en el arte de la gran pintura. Basta con consultar Internet para comprobarlo. La web nos presentará, como pinturas más representativas de ambos temas, el «Lavatorio» del Tintoretto y alguna de las múltiples copias que hizo el Greco de su «Oración en el Huerto».

Si desde el punto de vista artístico estas pinturas pueden ser enjuiciadas como obras maestras, no lo son, a mi entender, como ilustrativas de los relatos evangélicos del Jueves Santo. Salta a la vista que ni Tintoretto ni el Greco han pretendido ahondar en el espíritu de Jesús a la luz de los evangelios, cuyos textos nos presentan a Jesús como un hombre desbordado, angustiado ante la inminencia de su muerte; un hombre que ama «hasta el extremo», es decir a tope; que se deja comer, que resulta ser un Dios que se arrodilla ante los suyos para lavarles los pies y hacerles comprender que lo que caracteriza el amor fraterno no es el sentimiento, sino su condición constante de servicio. Dicho en pocas palabras: Lo que solemos ver en las obras pictóricas de estos temas -Lavatorio y Getsemaní- dista mucho de la profundidad de enfoque con que los presentan los textos evangélicos.

El lavatorio de los pies

El lavatorio. Tintoretto. 1548-1549. Museo del Prado


En 1547 se le encarga al joven Tintoretto para la iglesia de San Marcuola de Venecia un enorme lienzo de 210 x 533 cm con la escena del lavatorio de los pies. A nuestros ojos el proyecto parece descabellado. Para una escena breve, un espacio enorme, vacío, que hay que rellenar. Un caso más de los que abundaban en la pintura veneciana de la época.

El pintor coloca el tema del lavatorio, Jesús con San Pedro, en un extremo del cuadro y unifica el inmenso espacio con una arquitectura clásica en perspectiva, sirviéndose de una lámina del tratado del arquitecto Serlio y distribuyendo acá y allá apóstoles que se descalzan o calzan un tanto vulgarmente. La tensión de Pedro con el Maestro, respecto al lavado de los pies, carece aquí de fuerza expresiva y queda disipada en la grandiosa escenografía del cuadro. Y esto aunque no tengamos en cuenta la visión frontal del cuadro que nos ofrece el museo, sino la de su emplazamiento original, en un lateral del presbiterio, visto desde la nave central de la iglesia (figura adjunta).

No entra en mi propósito comentar esta obra maestra de la pintura. Puede verse un comentario, excelente, en la web del Museo del Prado. Me he limitado a señalar el escaso reflejo en esta obra del texto evangélico.

El Greco: Jesús orando en el Huerto de los Olivos.

La oración del huerto. El Greco. Museo de arte de Toledo

Del taller del Greco en Toledo salieron más de diez copias de este tema con algunas variantes que no afectan a la figura invariable de Jesús.

Presentamos aquí una foto del cuadro conservado en el museo de Toledo (Ohio) que parece contar con la preferencia de los críticos. Fue pintado entre 1587 y 1596. Mide 102 x 114 cm.

Leemos en los evangelios que Jesús llega con los apóstoles a Getsemaní y se dispone a orar. Parece sentir una inmensa soledad y busca la compañía de Pedro, Santiago y Juan. El evangelista dice que Jesús «comenzó a sentir pavor y angustia», y que les dijo: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad». «Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora. Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú».

¿Qué pasaba por el espíritu de Jesús para sentirse solo con pavor y angustia? ¿Por qué esa obscura tristeza hasta el punto de morir? Parece inútil que se dirija tiernamente al Padre (Abba) pidiéndole que lo aleje de la angustia, simbolizada en una copa. Nos preguntamos si no estamos ya aquí con el Jesús que desde la cruz lanzará el grito angustiado de «¡Padre!, ¿por qué me has abandonado?.

Si nos colocamos ante el cuadro del Greco, difícilmente escaparemos al encanto de la ambientación fantasmagórica del Huerto de los Olivos: admiraremos la composición, su colorido, la libertad en las proporciones, etc, etc. Pero nos dejará fríos la serena figura estática de Jesús que, brazos abiertos, palmas de las manos hacia abajo, parece orar sosegadamente sin verse afectado a la vista de la copa que le presenta un ángel. La tristeza y el pavor que leemos en el evangelio no han tenido cabida en este cuadro, por otra parte maravilloso.

La oración del huerto. Goya. Museo Calasancio Madrid

Goya: La oración del Huerto

Esta representación de Jesús en Getsemaní se adecua mejor que la anterior al relato de los evangelios. Es una pintura al óleo, pequeña de formato - 47 x 35 cm.- pero inmensa joya artística, pintada en 1810, y regalada por su autor a las Escuelas Pías de San Antón de la calle de Hortaleza de Madrid.

Jesús se nos presenta cubierto con una larga túnica blanca, arrodillado, algo encorvado, con los brazos abiertos en cruz, que nos recuerda los fusilamientos del tres de mayo en Madrid o la primera lámina de los «Desastres de la Guerra».

Goya, con una ejecución suelta, abocetada, y rápidos toques de pincel, nos presenta un Jesús de rostro espantado; un Jesús inmerso en una angustia y tristeza agobiante. La luna de Nissán se ha eclipsado y el mismo Huerto de los Olivos se ha desprendido de sus colores queriendo compartir la oscuridad del alma de Jesús. Este cuadrito es, sin duda, la mejor exégesis pictórica de la Oración del Huerto. No falta quien dice que, si nos acercamos al cuadrito, oiremos una voz angustiada que dice «¡Padre, aparta de mi este cáliz!!.