BÖCKLIN, La Isla de los muertos

José Luis Sierra Cortés

Böcklin. La isla de los muertos II (1880),
óleo sobre lienzo, 111 x 115 cm, Kunstmuseum, Basilea.


El cuadro aquí reproducido, “La isla de los muertos”, es uno de la serie de cinco que pintó Arnold Böcklin entre 1880 y 1886. Los cinco son conocidos por el mismo nombre: sus diferencias, aunque interesantes, no afectan al impacto misterioso, hipnotizador, que transmiten los elementos básicos que componen la obra, fácilmente reconocibles, como son la barca de Caronte, la laguna Estigia, las rocas de la isla y el conjunto de cipreses.

Según la antigua cultura griega, el difunto, para llegar al Hades, su destino final, tenía que atravesar la laguna Estigia. Para ello se contaba con Caronte y su barca. Al difunto se le colocaba una moneda debajo de la lengua para pagarle a Caronte el peaje.

En el cuadro vemos la barca, el remero y una rígida figura erguida, vestida de blanco junto a una caja mortuoria. Podemos pensar que esta figura es el difunto y no Caronte, que sería el remero.

Si el oleaje imponente y desenfrenado de un mar alborotado nos aterra, la silenciosa y oscura quietud del agua que aquí vemos, bañando la isla, nos hace sentir el escalofrío del misterio. Preguntamos y no tenemos respuesta. Sentimos el sutil miedo del enigma. Un enigma que se crece con la falta de razones.

En poderoso contraste con el agua, quieta y oscura, las rocas, diversamente fraccionadas e iluminadas, más que afirmarse poderosas, acentúan la sensación de derrumbe. Las ventanas en ellas abiertas nos invitan a escuchar pero carecen de voz.

El ciprés ha perdido aquí su identidad. No es la “flecha de fe, saeta de esperanza”(Gerardo Diego), que lo mismo apuntaba hacia la eternidad, superando la muerte, que adornaba las villas clásicas con su esbelta forma geométrica. Aquí, en plena época barroca, se ha vuelto un árbol triste. En el cuadro los cipreses se presentan apelmazados y, psicológicamente para el espectador, como agujeros negros del pensamiento.

¿Qué tiene este cuadro, al margen de sus valores artísticos, simplemente correctos, para fascinar a tanta gente de actividades diversas?

Interesó a políticos como Clemenceau y Lenín. Muy particularmente a Hitler que lo consideraba como la mejor pintura de su tiempo y no cejó hasta conseguir un original, el tercero, de la serie de cinco pintada por Böcklin. Inspiró la obra teatral de Strindberg “La sonata de los espectros”.

Interesó a Nietzsche y a Freud. Influyó en pintores como De Chirico, Dali, Magritte, Delvaux y Ernst. Sin olvidar a músicos como Max Reger y Rachmaninof que compuso la siguiente pieza orquestal.