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Desde el oscuro silencio que en los libros canónicos envuelve las postrimerías de la Madre de Jesús a partir de Pentecostés hasta la sonora eclosión de la proclamación del dogma de la Asunción, en 1950, hay un largo espacio de gestación y configuración de la creencia que difícilmente sería comprensible sin la colaboración de la iconografía.
Es normal que los primeros cristianos quisieran tener datos de la infancia de Jesús e igualmente una información sobre su Madre más amplia que la ofrecida por los textos canónicos. Surgieron así los llamados evangelios apócrifos que, en su faena de rellenar los silencios en la vida de María, calcan los episodios de la vida de su Hijo. María muere, es enterrada, resucita al tercer día, sube al cielo y es coronada.
Estos episodios, plasmados reiteradamente en imágenes de piedra, vidrieras, pinturas al fresco o de caballete a través de los siglos en millares y millares de imágenes forman un acervo de información incalculable. La historia fue dejando sus huellas en la imagen artística. La historia se difuminó en el olvido, pero quedó plasmada en la imagen. Ahora las imágenes se han convertido en documentos que nos permiten leer la historia; ellas nos informan en concreto de la devoción y creencia en la asunción de María en tiempo y espacio. Comprenderemos mejor la importancia de la iconografía si tenemos en cuenta la doble función de la imagen: refleja la cultura del momento histórico en que se crea e influye en el futuro, marcando caminos de continuidad.
Esta nota no tiene mayor pretención que subrayar la importancia de la iconografía en el tema de la creencia en la Asunción de María. Para ver la riqueza de su variedad temática me ha parecido útil copiar el índice de un tratado de iconografía (Louis Réau), seguido de un breve comentario personal.
I. Los últimos momentos de la vida de la Virgen. La iconografía de estos temas no alcanza la importancia de la Dormición, Asunción o Coronación
a) Anuncio a la Virgen de su muerte próxima.
Según la Legenda Aurea un ángel se presenta a María y le anuncia su muerte dentro de tres días. En este calco de la Anunciación no es Gabriel el mensajero sino San Miguel, el psicopompo. El arcángel le entrega a la Virgen la «palma mortis» para que se encuentre protegida de las acechanzas diabólicas. La palma procede del jardín del Paraíso o de aquella palmera que se inclinó al paso de la Sagrada Familia camino de Egipto. Parece que Apocalipsis, 12 está en la base de la mujer, María, amenazada por el diablo.
b) La llegada de los apóstoles sobre nubes.
La Virgen le expresa al ángel su deseo de verse rodeada de los apóstoles en el momento de su muerte. Por dispersos que estén -dice el ángel- para Dios que llevó por los pelos a Habacuc de Judea a Babilonia todo es posible.
Efectivamente, transportados cada cual por una nube, los apóstoles llegaron a tiempo.
c) La Virgen se despide de los apóstoles, los bendice y entrega la palma a San Juan.
La Virgen le pide a San Juan que en sus funerales vaya con la palma delante de su féretro para protegerla de los demonios. San Juan le entrega a la Virgen un cirio encendido, que según creencia prolongaba la vida de los moribundos.
d) La comunión de la Virgen.
Es tema que no aparece hasta el siglo XVI.
II La muerte de la Virgen.
En este punto viene bien citar a San Epifanio, siglo IV: «Si alguien piensa que lo engaño, que recorra las Escrituras; no encontrará en ellas que Maria haya muerto, ni que no haya muerto, ni que haya sido enterrada, ni que no lo haya sido». Discuten los autores si murió en Éfeso o en Jerusalén. En cuanto a la edad, según la Leyenda Áurea murió a los 60 años: otros prolongan su vida hasta los 80.
a) La «koimésis» en el arte bizantino.
Los bizantinos prefirieron dar a la muerte de la Virgen el nombre de Dormición, koimesis. Fue un tema que alcanzó gran popularidad y devoción. Su representación iconográfica se impuso duranta largo tiempo al arte occidental. Su iconografía presenta a la Virgen acostada en su lecho mortuorio con las manos juntas o cruzadas. En medio de los apóstoles que rodean el lecho está Jesús que acoge en sus brazos el alma de su madre, representada como una niñita aureolada. Por encima de la escena se ve uno o dos ángeles dispuestos a llevarse el alma de la Virgen al cielo. Aunque con variantes, este es el esquema compositivo básico.
b)La muerte de la Virgen en el arte occidental.
La iconografía del arte occidental tardó bastante tiempo en liberarse de los esquemas bizantinos. La representación de la Virgen moribunda presenta variantes:
1. La Virgen está acostada. Si el arte bizantino presenta a la Virgen muerta, el occidental prefiere representarla moribunda, con un cirio en la mano. Es frecuente la disposición del lecho en escorzo diagonal, con lo que se consigue darle profundidad a la escena.
2. La Virgen está orando de rodillas. Esta curiosa variante, más bien escasa, no aparece hasta el siglo XV.
3. La Virgen está sentada. Otra variante, tardía, que responde a la idea de que la Virgen no sufrió sino que fue sorprendida por la muerte estando sentada.
4. Los apóstoles. No están inactivos como en la Koimésis bizantina. San Pedro tiene el libro de oraciones y el acetre con el hisopo para asperjar el cuerpo de la Virgen; San Andrés mueve el incensario; San Juan sostiene la palma etc. Esta escenificación se basa, sin duda, en el teatro medieval de los Misterios.
5. Evolución del tema al final de la Edad Media. Le figura de Jesús llevando el alma de su madre va adquiriendo mayor importancia, en detrimento de los apóstoles
c) Los funerales de la Virgen. Tema difundido por los evangelios apócrifos. San Juan con la palma precede el cortejo fúnebre. De pronto un sacerdote judío, Jefonía, se abalanza sobre el féretro, empujándolo con sus manos, intentando tirarlo por tierra. San Miguel interviene, le corta las manos al profanador judío, Este cae por tierra derribado, pero sus manos quedan adheridas al féretro. A renglón seguido, arrepentimiento, perdón y el milagro de la recuperación de las manos. En el trasfondo del tema parece estar el episodio del traslado del Arca de la Alianza a Jerusalén (II Samuel, 6).
d) Sepelio de la Virgen. Envuelta desde los pies a la cabeza en un sudario a modo de saco, la Virgen es colocada por los ángeles en un sarcófago estando presentes los apóstoles y Jesús en una mandarla. Es un tema más bien escaso en la iconografía cristiana.
I. La resurrección de la Virgen
Hacia finales del siglo XIII el tema de la resurrección de la Virgen desaparece y es reemplazado por el de la Asunción, es decir María llevada al cielo en cuerpo y alma. Tema calcado en la ascensión de Jesús que se va abriendo paso en la creencia de los fieles. María resucita al tercer día como su Hijo. Este desciende del cielo con el alma de su madre para introducírsela en el cuerpo. A veces es San Miguel el que baja el alma y se la entrega a Jesús. No confundiremos este tema de la resurrección con el de la muerte de la Virgen, si nos fijamos si en lugar de lecho hay tumba y si los ángeles se apresuran a sacarla de ella. Todavía en el siglo VIII la Iglesia de Roma consideraba la Asunción corporal una creencia piadosa. La Iglesia bizantina no pasó del tema de la Dormición y asunción del alma.
II. La Asunción
La iconografía de la Asunción presenta multitud de variantes. La más llamativa y tardía es sin duda la transformación de la asunción en ascensión: La Virgen sube sola al cielo sin ser llevada por los ángeles. Un ejemplo de la voluntad de calcar las postrimerías de María en las de su Hijo, lo tenemos en la incredulidad del apóstol Tomás: la Virgen, que asciende al cielo, le arroja su cinturón al apóstol para sacarlo de su incredulidad.
Sobre el cuadro de la Asunción de Tiziano
Este cuadro preside el altar mayor, inundado de luz, en la basílica de Santa Maria dei Frari en Venecia.
Obra de un Tiziano joven que le abrió la puerta de la fama. Tardó dos años de realización, 1516-18.
El tema se distribuye en tres zonas superpuestas.
María está en la central. Los brazos elevados y un cierto giro corporal sugieren su ascenso, atraída por los brazos abiertos y acogedores del Padre.
Subrayan el vuelo, sin intervenir en el, un enjambres de preciosos angelitos. Dos de ellos, casi descolgados del grupo, hacen de transición con los brazos alzados de los apóstoles de la zona inferior.
El traje rojo de la Virgen –“rojo tiziano”- impone su presencia en las tres zonas del cuadro, generando un triángulo cuyo vértice está en Dios Padre.
La tumultuosa zona inferior desconcertó en un principio a los comitentes, tal vez por su ropaje propio de pescadores más que de santos. Zona abigarrada que, por contraste, resalta la figura de María…
III. La coronación de la Virgen.
Fuente de este tema es un texto apócrifo atribuido a Melitón, obispo de Sardes El tema fue popularizado en el siglo VI por Gregorio de Tours y en el XIII por la Leyenda Áurea.Su representación iconográfica es de origen francés. La evolución iconográfica del tema es la siguiente:
a) La Virgen, ya coronada, está sentada a la derecha de su Hijo que la bendice. Es la fórmula más común en el siglo XII.
b) La Virgen es coronada por un ángel mientras su Hijo la bendice. Así lo vemos en el pórtico de la Virgen de Nôtre Dame de París, primer tercio del siglo XIII.
c) La Virgen es coronada por su Hijo. En los siglos XIII y XIV la Virgen aparece sentada; a comienzos del siglo XV, arrodillada ante su Hijo. Exepcionalmente aparece de pie en un pórtico de la catedral de Lausana.
d) La Virgen es coronada por Dios Padre. Es un tema propio de la pintura italiana del siglo XV.
e) La Virgen es coronada por la Trinidad. Esta modalidad, que aparece en España, Italia y Francia desde los comienzos del siglo XV, predomina en Europa hasta el siglo XVII. La Trinidad está representada por tres personas semejantes o diferentes y el Espíritu Santo aparece generalmente en forma de paloma. De la coronación por un ángel a la coronación por la Trinidad se observa un proceso en el tiempo que refleja el progreso del culto y devoción a María.
Soneto de Gerardo Diego a la Asunción
¿Adónde va, cuando se va, la llama? ¿Adónde va, cuando se va, la rosa? ¿Adónde sube, se disuelve airosa, hélice, rosa y sueño de la rama? ¿Adónde va la llama, quién la llama? A la rosa en escorzo ¿quién la acosa? ¿Qué regazo, qué esfera deleitosa, qué amor de Padre la alza y la reclama? ¿Adónde va, cuando se va escondiendo y el aire, el cielo queda ardiendo, oliendo a olor, ardor, amor de rosa hurtada? ¿Y adónde va el que queda, el que aquí abajo, ciego del resplandor se asoma al tajo de la sombra transida, enamorada?