Juan de Flandes o Juan Flamenco nace en los Países Bajos hacia 1465 y muere en Palencia en 1519. A pesar de la deficiente información que de él se tiene, su abundante actividad pictórica y calidad de su obra permiten considerarlo como uno de los mejores abanderados de Renacimiento español. Y así queda nacionalizado español por el arte como le ocurrirá años más tarde al Greco.
En 1496 aparece documentado en Castilla como pintor de corte al servicio de la reina Isabel la Católica. A la muerte de esta, en 1504, sigue trabajando por las tierras de Castilla.
Confieso que desde el día que en el museo Thyssen-Bornemisza contemplé su retrato de la infanta Catalina de Aragón mi admiración por el pintor no cesa de crecer. Me atrae la tersura de su pincelada, su sensibilidad a la luz, su técnica muy cuidada y su inventiva de composición.
Inventiva de composición que observamos, por ejemplo, en su cuadro de la Ascensión que me resulta atractivo presentar aquí para celebrar la festividad de hoy.
Este cuadro procede del retablo de Don Sancho de Castilla de la iglesia de San Lázaro de Palencia. Es un Óleo/tabla de pino. Mide 110 x 84 cm.y se encuentra actualmente en el Museo del Prado.
Aunque no sean imprescindibles, sí me parecen convenientes algunas observaciones que ayuden a una mejor comprensión de lo que vemos en el cuadro.
-El cuadro representa la subida al cielo de Jesús según relata el evangelista Lucas al final de su Evangelio (Lc 24,50-53) y al comienzo de los Hechos (Hch 1,1-11), para culminar de esa manera las apariciones de la pascua y para señalar que el Cristo no sigue actuando en la forma antigua sobre el mundo
Los demás evangelistas y la Iglesia primitiva no disociaron ascensión de resurrección. Sólo a partir del siglo V la liturgia las celebra disociadas. No es del caso analizar aquí este interesante tema exegético. Al que esté interesado le aconsejo leer un precioso comentario de Leonado Boff pulsando aquí
-El relato de la ascensión lo sitúa Lucas en el Monte de los Olivos, tan ligado a la vida de Jesús.
-Según tradición recogida por Eusebio de Cesarea, Santa Elena (247-329) levantó en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, una iglesia en el lugar exacto desde el que, según se creía, ascendió Jesús a los cielos, iglesia que ha sufrido inmensas vicisitudes a través de los tiempos.
- No satisfecha con una localización genérica en el Monte de los Olivos, la tradición ha querido precisar en una roca el punto de subida al cielo.
-Es la gran roca que vemos representada en el centro del cuadro. Sobre ella son visibles las huellas de unos pies, los pies de Jesús que asciende.
- Según tradición no se pudo nunca edificar directamente sobre la roca; cualquier intento resultaba fallido. En la actualidad la roca venerada en la Capilla de la Ascensión carece del volumen que le otorga Juan de Flandes en el cuadro que comentamos. Solo es visible desde un hueco del pavimento de la Capilla de la Ascensión, y está enmarcada por cuatro bloques de mármol.
El cuadro de Juan de Flandes presenta una composición sencilla y clara pero muy original. Y lo es particularmente por el apóstol que, en el primer plano, de rodillas, nos da la espalda, y a modo de “festaiolo” italiano nos introduce en el tema. Su túnica expandida, la perfección de sus pliegues, la poderosa fuerza atractiva de su precioso color rojo, se apoderan de nuestra atención y la conducen a un doble punto de interés: los pies de Jesús que se elevan en el aire y sus dos huellas sobre la roca. Puntos ambos que nos dicen simultáneamente que Jesús se va y se queda con los suyos.
A ambos lados del apóstol arrodillado, María y Juan evangelista inician el círculo de los apóstoles en torno a la roca. En la zona de nuestra derecha podemos ver a Santiago en traje de peregrino.
Desde el punto de vista iconográfico el cuadro que comentamos corresponde a una de las variantes del arte occidental.
En la pintura bizantina es frecuente ver a Jesús en una mandorla sobre el grupo formado por María y los apóstoles.
En nuestra zona Jesús asciende de cuerpo entero con los brazos alzados o envuelto en una nube que solo deja visible la cabeza o los pies como en nuestro caso.
Vìtor Mejuto es un pintor que gusta de aplicar abstracción geométrica a cuadros conocidos. En el que comentamos de Juan de Flandes ha resaltado la poderosa presencia del triángulo rojo del apóstol que nos da la espalda. Ha sabido mantener el tono sombrío de su entorno y ha roto en luz la claridad del cielo.