En esta fecha, una semana antes de la Navidad, el calendario litúrgico de la Iglesia destaca la celebración de una doble advocación mariana que ha gozado, a lo largo de la historia, de una gran devoción y popularidad, la Virgen de la O y Nuestra Señora de la Esperanza, siendo las vicisitudes de esta última la razón de escribir esta nota. Ambas advocaciones denotan, en principio, la actitud expectante y admirativa de María ante la inminencia del parto. Se suele subrayar que por su difusión ambas advocaciones son genuinamente españolas.
Virgen de la O
Llamada así por la exclamación admirativa “oh” con que comienzan las antífonas del oficio divino del 17 al 23 de diciembre; antífonas basadas en títulos mesiánicos tomados de distintos libros de la biblia. Son las siguientes:
Se ha observado que si tomamos la letra inicial de cada antífona y las leemos en orden inverso, obtenemos el acróstico siguiente: "Ero cras", es decir: ¡estaré aquí mañana!
Para destacar la importancia del 18 de diciembre como fiesta principal dedicada a la Virgen de la O, y resaltar su amplia difusión por el Nuevo Mundo, suelen los comentaristas citar el diario de Colón, donde se lee:
18 de Diciembre.
Luego en amaneciendo mandó ataviar la nao y las carabela de armas y banderas por la fiesta que era ese día de Santa María de la O… Tiráronse muchos tiros de lombardas,
Nuestra Señora de la Esperanza
Ni que decir tiene que desde el mismo instante del asentimiento de María al mensaje del ángel comenzó la esperanza su andadura en espera del parto, pasados nueve meses. Parecía lógico que la fiesta de Nuestra Señora de la Esperanza coincidiera con la Fiesta de la Anunciación, el 25 de marzo. Y así se venía celebrando. Pero la Iglesia hispana no se encontraba a gusto con este calendario. Para celebrar con todo esplendor y alegría la festividad de la Virgen de la Esperanza, esquivando el sotto voce que le imponía celebrarla en tiempo de Cuaresma, decidió celebrar su fiesta al 18 de diciembre. Así lo hizo el año 656, en el X Concilio de Toledo, en que intervinieron tres grandes santos: el obispo de Toledo San Eugenio III, San Fructuoso de Braga y San Ildefonso de Toledo. Sentenciaron lo siguiente:
Declaráramos y mandamos que el octavo día antes del nacimiento del Señor, se consagra con toda solemnidad al honor de su Madre. De esta manera, así como la natividad del Hijo se celebra durante ocho días seguidos del mismo mes, podrá tener una octava la festividad sagrada de María.
Vicisitudes de la esperanza
Falto de documentación adecuada, no logro aclararme qué evolución sociológica se ha dado en la Edad Media para que tanto Nuestra Señora de la O como Nuestra Señora de la Esperanza hayan pasado de la alegre Expectación de un parto a presidir, tristes y llorosas, muchísimas de las cofradías de Semana Santa que van surgiendo aproximadamente hacia la mitad del siglo XV. En ellas la referencia al parto ya no tiene sentido. Tampoco lo tiene la esperanza en la resurrección del Hijo Lo reseñable es que ahora la esperanza ha cambiado de sentido; ahora es Ella misma, nuestra esperanza.
La importancia de invocar a María como esperanza nuestra cobró muchísima fuerza y expansión desbordada a partir del siglo XI cuando se compuso la popular “Salve Regina” en la que proclamamos a María “vida, dulzura y Esperanza Nuestra.” La salve entró en los hogares, en la liturgia, fue cantada por cruzados y reconquistadores y compartió camino con los peregrinos a Santiago. Sin duda influyó mucho en el cambio de sentido de la esperanza, pero no me parece explicación suficiente
Esta breve nota queda abierta y agradecida a cualquier aportación que la clarifique.
José Luis Sierra Cortés